«Nos conocimos hace quince años. Yo estaba detrás de la barra y ella entraba con su hijo pequeño, su jefe y la pareja de este. Ella apenas hablaba español, pero no fue impedimento para mí en ofrecerle algo de mi cena. Me costaba entenderla, además era muy tímida. Siempre miraba al suelo. Ese mismo día me las ingenié para conseguir su teléfono. Y a los pocos días la llamé.»
«Durante los primeros tres meses, a nuestras citas siempre venía mi hijo, que en aquel entonces tenía cuatro años. No tenía con quien dejarlo porque yo soy de un pueblo cerca de Londres y mi familia no vivía aquí. Pero no le importó. A los seis meses de empezar a salir me envió seis docenas de rosas rojas al trabajo.¡No había un metro cuadrado de oficina sin flor!
